La represa
Conoce nuestra crónica sobre los muros que frenaban el flujo de agua en barrio Policarpa durante su construcción.
"Ana Ruth Castellanos vive en el segundo piso de su casa. Abajo hay una tienda de textiles, como en casi todas las cuadras que hay alrededor. Es inevitable la sensación de fatiga al subir, las escaleras no dan tregua por lo altas que son. Ella, de facciones pequeñas, cabello canoso y piel estirada, viste con ruana blanca que celebra los 50 años de CENAPROV, la Central Nacional Provivienda, que apoyó la toma de los lotes del barrio Policarpa."
Al año de haber bautizado al barrio, el Instituto de Crédito Territorial (ICT) empezó a notificar plazos de desalojo:
señor ocupante le falta 30 días de desalojo
Nadie estaba dispuesto a desalojar, así que cumplido el plazo se organizó una manifestación que impidiera el tráfico de la carrera décima.
El ICT ordenó la construcción de muros que roderan el Policarpa. Se delimitaron sobre la carrera décima; el barrio Sevilla; las carreras 4ta y 5ta; y junto al Hospital San Juan de Dios.
…
Son las 6:00pm. Junto a la casa de Ana Ruth está el Colegio Jaime Pardo Leal. Institución pública, en parte fundada por ella, cuya primera sede fue el puesto de control policial instalado en el Policarpa y tomado a la fuerza. Suena la campana, los estudiantes salen de clases. Ana toma tinto. Sorbe y luego recuerda. En sus memorias, la alarma más difícil de responder fue la que indicó la inundación del barrio por el desbordamiento de la quebrada de aguas negras.
— Cuando oímos sonar la alarma nos botamos del catre al suelo, y en eso el agua ya nos daba a la rodilla. Todo esto se enlagunaba porque el muro estaba acá al lado, y abajo que estaba el otro muro, no había forma de cómo corriera el agua. ¡Estaba enlagunado todo!
Con la herramienta le abrían espacio al caño para que el agua buscara salida y no les inundara los ranchos.
— Sacaba yo mi herramienta y eso me la quitaban en todo lado. Entonces me devolvía y sacaba más, mejor dicho, quieta no estaba.
Cada noche tiraban algunos ladrillos. El plan fue desgastar el muro poco a poco. Los desbordamientos de la quebrada hicieron más fácil tomar otra decisión.
— Enojados, con el agua hasta la cadera nos fuimos pal muro del Sevilla. Entre varios le dimos al muro en cada esquina al mismo tiempo. ¡PUM! Eso parecía el juicio final. De ahí para abajo la corriente era terrible
— Chao Muro— le digo.
— No quedaron con ganas de volver a subir el bendito muro.
Ruth recuerda el río que, rebosado de colores negros, se desbordaba. Los eternos aguaceros que ni el barro o el cartón soportaban. El agua buscaba espacio en el calor de las casitas. Una vez, en pleno día les cayó un aguacero. Se inundaba el barrio con la lluvia y los gritos:
— ¡Auxilioooo! ¡Auxilioooooo! ¡Auxiliooooooooo!
— Era mi tía… bueno, yo le llamaba tía— dice Ruth—. Estaba angustiada botando el agua pa afuera. Gritaba muy fuerte—. parada en la puerta de aquella casa frente a la suya, la miró un momento. Vio que su hijo estaba enfermo y el agua no paraba de subir.
— ¡AUXILIOOOOOO!— decía la tía.
— ¿A quién le pide auxilio?— recuerda Ruth muerta de la risa—. ¡Todos estamos igual!.
— ¡Muergana! No venga a burlarse.